domingo, 22 de marzo de 2015

AMOR SANO VS AMOR ENFERMIZO ‹ latinoamericanradio.com


El amor enfermizo corrige en público y elogia en privado, de esa manera almacena heridas en la mente. El amor sano elogia en público y critica en privado.

Ver más: 
AMOR SANO VS AMOR ENFERMIZO 

El amor cobra una víctima diaria en Colombia


Una noticia encontré en el tiempo.com, que cuenta que los celos, la desconfianza o la inseguridad con la pareja provocaron 253 víctimas, mientras que por desamor hubo 91, cifras de un informe Forense, de Medicina Legal.

Se podría decir que el amor en Colombia se cobra una víctima diaria.
La noticia completa:

http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/gente/un-pais-donde-se-muere-por-amor/14335605

La música y el amor... ese maldito AMOR OBSESIVO


La música acompaña nuestras vidas, está en nuestras alegrías, celebraciones, tristezas y por supuesto nos acompaña en todas nuestras relaciones amorosas, parece que mágicamente las energías de la música conocen a la perfección nuestro estado y se encargan de colocar en nuestros oídos las letras y canciones adecuadas en el momento adecuado. He aquí algunos títulos cuando nos estamos partiendo la cabeza con ese maldito amor obsesivo.

ASESÍNAME - Charly García

Cuando viniste a mi, cerré la puerta pero abrí, asesíname..
Por darte lo que dí, me transformé en un souvenir,
asesíname, asesíname..
Dejé tu imagen en el cajón, guardé tu alma en el mellotron,
no quiero más que me dés con cuentagotas tu amor.
Es sólo rock and roll, pero ya es mucho para vos,
asesímane, asesíname..


PIECE OF MY HEART- Janis Joplin

¿No te hice sentir que eras el único hombre? si.
¿Y no te di casi todo lo que posiblemente una mujer puede?
miel, tú sabes, yo lo hice!
y cada vez me digo que yo, bueno creo que ya he tenido suficiente,
pero voy a demostrarte, chico, que una mujer puede ser difícil.
Quiero que vamos, y tómalo,
¡Tómalo!
Toma otro pedacito de mi corazón ahora, chico!
Rompe otro pedacito de mi corazón, cariño, sí, sí, sí.
Coge otro pedacito de mi corazón ahora



EVERY BREATH YOU TAKE- The Police
Cada respiración que tomas
cada movimiento que haces
cada enlace que rompes
cada paso que tomas
estaré mirándote
cada simple día
cada palabra que dices
cada juego que juegas
cada noche que permaneces
estaré mirándote


LA COPA ROTA - Alci Acosta

Aturdido y abrumado por la duda de los celos
se ve triste en la cantina a un bohemio ya sin fe
con los nervios destrozados y llorando sin remedio
como un loco atormentado, por la ingrata que se fué.

Se ve siempre acompañado del mejor de los amigos
que le acompaña y le dice: "ya esta bueno de licor,
Nada remedias con llanto, nada remedias con vino,
al contrario la recuerda mucho mas tu corazón"


THE MORE YOU IGNORE ME, THE CLOSER I GET - Morrissey
Por más que me ignores
Más cerca estoy
Estas perdiendo tu tiempo
Por más que me ignores más cerca estoy
Estas perdiendo tu tiempo
Estaré en el bar
Con mi cabeza en la barra
Ahora estoy
En la parte central
De tus pensamientos
Si te importa
O no
Si, he tomado una decisión
Por más que me ignores
Más cerca estoy




LA PENA O LA NADA - Nacho Vegas
Sé que tiempos más duros
aún están por venir,
que algunos días de mayo son
más lluviosos que los de abril.
Me clavaste ambos ojos
y aún recuerdo en tu voz
"La vida es parte buscar placer
y parte hallar dolor".
Y en tu mirada mojada
vi que rezabas por mi alma,
oh, señor...
Y te vi llorar,
un río a cada lado
de tu rostro sin desmaquillar,
como la propia Katy Jurado
con las nubes negras detrás...
... Entre el dolor y la nada, elegí el dolor.



MALDITO VIERNES - Carlos Ann
Ella apareció entre rosas
y no tarde en darme cuenta
que era una de ellas
me clavo sus espinas

y el veneno dentro en mi
y nos proclamamos
irresponsables
Disfrazamos al dolor

lo emborrachamos y
su aliento es mi droga
se que jamás habrá
otra sustancia que

me haga tocar el cielo
Que ya no es negro
es solo un falso techo
que hoy me separa de ti





Cuento de amor, locura y muerte: LA GALLINA DEGOLLADA

El escritor Uruguayo HORACIO QUIROGA dejó entre su obra bastantes cuentos con la temática del amor, la locura y la muerte. Aquí traemos uno de sus cuentos clásicos:

LA GALLINA DEGOLLADA


Todo el día, sentados en el patio en un banco, estaban los cuatro
hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre
los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la
boca abierta.

El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El
banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían
inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba
tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La luz
enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos
se animaban, se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la
misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si
fuera comida.

Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando
al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia,
y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del
patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de
idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas
colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón.

El mayor tenía doce años y el menor, nueve. En todo su aspecto sucio y
desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal.

Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus
padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta orientaron su
estrecho amor de marido y mujer y mujer y marido hacia un porvenir
mucho más vital: un hijo: ¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa
honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un
mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin
esperanzas posibles de renovación?

Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo llegó, a los
catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La
criatura creció, bella y radiante, hasta que tuvo año y medio. Pero en
el vigésimo mes sacudiéronlo una noche convulsiones terribles, y a la
mañana siguiente no conocía más a sus padres. El médico lo examinó con
esa atención profesional que está visiblemente buscando la causa del
mal, en las enfermedades de los padres.

Después de algunos días los miembros paralizados recobraron el
instinto; pero la inteligencia, el alma, aún el instinto, se habían
ido del todo; había quedado profundamente idiota, baboso, colgante,
muerto para siempre sobre las rodillas de su madre.

--¡Hijo, mi hijo querido!--sollozaba ésta, sobre aquella espantosa
ruina de su primogénito.

El padre, desolado, acompañó al médico afuera.

--A usted se le puede decir; creo que es un caso perdido. Podrá
mejorar, educarse en todo lo que permita su idiotismo, pero no
más allá.

--¡Sí!... ¡sí!...--asentía Mazzini.--Pero dígame: ¿Usted cree que es
herencia, que...?

--En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que creí cuando vi a
su hijo. Respecto a la madre, hay allí un pulmón que no sopla bien. No
veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo. Hágala examinar bien.

Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobló su amor a su
hijo, el pequeño idiota que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo
asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más
profundo por aquel fracaso de su joven maternidad.

Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de
otro hijo. Nació éste, y su salud y limpidez de risa reencendieron el
porvenir extinguido. Pero a los diez y ocho meses las convulsiones del
primogénito se repetían, y al día siguiente amanecía idiota.

Esta vez los padres cayeron en honda desesperación. ¡Luego su sangre,
su amor estaba maldito! ¡Su amor, sobre todo! Veintiocho años él,
veintidós ella, y toda su apasionada ternura no alcanzaba a crear un
átomo de vida normal. Ya no pedían más belleza e inteligencia como en
el primogénito; pero un hijo, un hijo como todos!

Del nuevo desastre brotaron nuevas llamadaras de dolorido amor, un
loco anhelo de redimir de una vez para siempre la santidad de su
ternura. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitióse el
proceso de los dos mayores.

Mas, por encima de su inmensa amargura, quedaba a Mazzini y Berta gran
compasión por sus cuatro hijos. Hubo que arrancar del limbo de la más
honda animalidad, no ya sus almas, sino el instinto mismo abolido. No
sabían deglutir, cambiar de sitio, ni aún sentarse. Aprendieron al fin
a caminar, pero chocaban contra todo, por no darse cuenta de los
obstáculos. Cuando los lavaban mugían hasta inyectarse de sangre el
rostro. Animábanse sólo al comer, cuando veían colores brillantes u
oían truenos. Se reían entonces, echando afuera lengua y ríos de baba,
radiantes de frenesí bestial. Tenían, en cambio, cierta facultad
imitativa; pero no se pudo obtener nada más.

Con los mellizos pareció haber concluído la aterradora descendencia.
Pero pasados tres años desearon de nuevo ardientemente otro hijo,
confiando en que el largo tiempo transcurrido hubiera aplacado a la
fatalidad.

No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se
exasperaba, en razón de su infructuosidad, se agriaron. Hasta ese
momento cada cual había tomado sobre sí la parte que le correspondía
en la miseria de sus hijos; pero la desesperanza de redención ante las
cuatro bestias que habían nacido de ellos, echó afuera esa imperiosa
necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los
corazones inferiores.

Iniciáronse con el cambio de pronombres: _tus_ hijos. Y como a más del
insulto había le insidia, la atmósfera se cargaba.

--Me parece--díjole una noche Mazzini, que acababa de entrar y se
lavaba las manos--que podrías tener más limpios a los muchachos.

Berta continuó leyendo, como si no hubiera oído.

--Es la primera vez--repuso al rato--que te veo inquietarte por el
estado de tus hijos.

Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa forzada:

--De nuestros hijos, ¿me parece?

--Bueno; de nuestros hijos. ¿Te gusta así?--alzó ella los ojos.

Esta vez Mazzini se expresó claramente:

--¿Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no?

--¡Ah, no!--se sonrió Berta, muy pálida--¡pero yo tampoco, supongo!...
¡No faltaba más!...--murmuró.

--¿Qué no faltaba más?

--¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, entiéndelo bien! Eso es
lo que te quería decir.

Su marido la miró un momento, con brutal deseo de insultarla.

--¡Dejemos!--articuló, secándose por fin las manos.

--Como quieras; pero si quieres decir...

--¡Berta!

--¡Como quieras!

Este fué el primer choque y le sucedieron otros. Pero en las
inevitables reconciliciones, sus almas se unían con doble arrebato y
locura por otro hijo.

Nació así una niña. Vivieron dos años con la angustia a flor de alma,
esperando siempre otro desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los
padres pusieron en ella toda su complacencia, que la pequeña llevaba a
los más extremos límites del mimo y la mala crianza.

Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al
nacer Bertita olvidóse casi del todo de los otros. Su solo recuerdo la
horrorizaba, como algo atroz que la hubieran obligado a cometer. A
Mazzini, bien que en menor grado, pasábale lo mismo.

No por eso la paz había llegado a sus almas. La menor indisposición de
su hija echaba ahora afuera, con el terror de perderla, los rencores
de su descendencia podrida. Habían acumulado hiel sobrado tiempo para
que el vaso no quedara distentido, y al menor contacto el veneno se
vertía afuera. Desde el primer disgusto emponzoñado habíanse perdido
el respeto; y si hay algo a que el hombre se siente arrastrado con
cruel fricción, es, cuando ya se comenzó, a humillar del todo a una
persona. Antes se contenían aún por la común falta de éxito; ahora que
éste había llegado, cada cual, atribuyéndolo a sí mismo, sentía mayor
la infamia de los cuatro engendros que el otro habíale forzado
a crear.

Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores
afecto posible. La sirvienta los vestía, les daba de comer, los
acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pasaban
casi todo el día sentados frente al cerco, abandonados de toda
remota caricia.

De este modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche, resultado de
las golosinas que era a los padres absolutamente imposible negarle, la
criatura tuvo algún escalofrío y fiebre. Y el temor a verla morir o
quedar idiota, tornó a reabrir la eterna llaga.

Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo fué, como casi siempre,
los fuertes pasos de Mazzini.

--¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio? ¿Cuántas veces?...

--Bueno, es que me olvido; ¡se acabó! No lo hago a propósito.

Ella se sonrió, desdeñosa:

--¡No, no te creo tanto!

--Ni yo, jamás, te hubiera creído tanto a ti...¡tisiquilla!

--¡Qué! ¿qué dijiste?...

--¡Nada!

--¡Si, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te juro que
prefiero cualquier cosa a tener un padre como el que has tenido tú!

Mazzini se puso pálido.

--¡Al fin!--murmuró con los dientes apretados.--¡Al fin, víbora, has
dicho lo que querías!

--¡Sí, víbora, sí! ¡Pero yo he tenido padres sanos, ¿oyes?, ¡sanos!
¡Mi padre no ha muerto de delirio! ¡Yo hubiera tenido hijos como los
de todo el mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!

Mazzini explotó a su vez:

--¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir!
¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la
meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!

Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido de
Bertita selló instantáneamente sus bocas. A la una de la mañana la
ligera indigestión había desaparecido, y como pasa fatalmente con
todos los matrimonios jóvenes que se han amado intensamente, una vez
siquiera, la reconciliación llegó, tanto más efusiva cuanto hiriente
fueron los agravios.

Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se levantaba, escupió
sangre. Las emociones y mala noche pasada tenían, sin duda, su gran
culpa. Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella lloró
desesperadamente, pero sin que ninguno se atreviera a decir
una palabra.

A las diez decidieron salir, después de almorzar. Como apenas tenían
tiempo, ordenaron a la sirvienta que matara una gallina.

El día radiante había arrancado a los idiotas de su banco. De modo que
mientras la sirvienta degollaba en la cocina al animal, desangrándola
con parsimonia (Berta había aprendido de su madre este buen modo de
conservar frescura a la carne), creyó sentir algo como respiración
tras ella. Volvióse, y vió a los cuatro idiotas, con los hombros
pegados uno a otro, mirando estupefactos la operación. Rojo... rojo...

--¡Señora! Los niños están aquí, en la cocina.

Berta llegó; no quería que jamás pisaran allí. ¡Y ni aún en esas horas
de pleno perdón, olvido y felicidad reconquistada, podía evitarse esa
horrible visión! Porque, naturalmente, cuanto más intensos eran los
raptos de amor a su marido e hija, más irritable era su humor con los
monstruos.

--¡Que salgan, María! ¡Echelos! ¡Echelos, le digo!

Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmente empujadas, fueron a
dar a su banco.

Después de almorzar, salieron todos. La sirvienta fué a Buenos Aires,
y el matrimonio a pasear por las quintas. Al bajar el sol volvieron,
pero Berta quiso saludar un momento a sus vecinas de enfrente. Su hija
escapóse en seguida a casa.

Entretanto los idiotas no se habían movido en todo el día de su banco.
El sol había transpuesto ya el cerco, comenzaba a hundirse, y ellos
continuaban mirando los ladrillos, más inertes que nunca.

De pronto, algo se interpuso entre su mirada y el cerco. Su hermana,
cansada de cinco horas paternales, quería observar por su cuenta.
Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta. Quería trepar,
eso no ofrecía duda. Al fin decidióse por una silla desfondada, pero
faltaba aún. Recurrió entonces a un cajón de kerosene, y su instinto
topográfico hízole colocar vertical el mueble, con lo cual triunfó.

Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cómo su hermana
lograba pacientemente dominar el equilibrio, y cómo en puntas de pie
apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos
tirantes. Viéronla mirar a todos lados, y buscar apoyo con el pie para
alzarse más.

Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz
insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su
hermana, mientras creciente sensación de gula bestial iba cambiando
cada línea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La
pequeña, que habiendo logrado calzar el pie, iba ya a montar a
horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente, sintióse cogida de
la pierna. Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le
dieron miedo.

--¡Soltáme! ¡dejáme!--gritó sacudiendo la pierna. Pero fué atraída.

--¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá!--lloró imperiosamente. Trató aún de
sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó.

--Mamá, ¡ay! Ma...--No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el
cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la
arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se
había desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida
segundo por segundo.

Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oir la voz de su hija.

--Me parece que te llama--le dijo a Berta.

Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un momento
después se despidieron, y mientras Berta iba a dejar su sombrero,
Mazzini avanzó en el patio:

--¡Bertita!

Nadie respondió.

--¡Bertita!--alzó más la voz, ya alterada.

Y el silencio fué tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la
espalda se le heló de horrible presentimiento.

--¡Mi hija, mi hija!--corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al
pasar frente a la cocina vió en el piso un mar de sangre. Empujó
violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror.

Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oir el angustioso
llamado del padre, oyó el grito y respondió con otro. Pero al
precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se
interpuso, conteniéndola:

--¡No entres! ¡No entres!

Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus
brazos sobre la cabeza y hundirse a  lo largo de él  con un
ronco suspiro.

¿QUÉ ES EL AMOR?

La respuesta a esta pregunta, hace parte de una investigación seria de profesionales de la psicología y la educación a un grupo de niños entre 4 y 8 años.

sábado, 21 de marzo de 2015

5 películas de ese AMOR ENFERMIZO



No hay duda que el amor es uno de los temas más tratados en todas las formas de representación dramática, incluso algún profesor me decía en la universidad que casi toda la literatura es una gran historia de amor. Pues en el cine pasa algo similar, de hecho cuando el tema del amor no es el hilo narrativo principal, es una sub-trama.

Además, si se han preguntado por qué siempre terminan "enredados" los protagonistas, una de las razones se deben a que en Hollywood, exigen a los guionistas que esto suceda, o que exista al menos una subtrama amorosa.

No obstante, de las posteadas aquí, sólo la segunda pertenece a los grandes estudios (Paramount Pictures),  las otras películas son o bien europeas o de cine independiente de Estados Unidos.

Estos son filmes de amor, pero este amor que se vuelve enfermizo, ese maldito amor obsesivo. Podríamos mencionar muchas, pero de momento, se recomiendan las siguientes:

1. LUNAS DE HIEL (Bitter Moon). Roman Polansky. 1992

Es una película extraña. Chocante pero exitante.
Niguel y Fiona hacen un crucero para celebrar su séptimo aniversario a de boda. A bordo conocen a la hermosa y atractiva Mimi y a su marido Oscar, que está inválido en una silla de ruedas. Niguel empieza a sentirse atraído por Mimi, y Oscar, que se da cuenta, le propone que intente seducirla. pero antes le cuenta cómo eran las experiencias sexuales con su mujer antes de sufrir el accidente que lo dejó paralítico.




2. ATRACCIÓN FATAL. Adrian Lyne. 1987

Es un clásico de amor obsesivo. Con el famoso Michael Douglas.

Dan Gallagher lleva una vida perfecta: tiene una esposa maravillosa, una hija encantadora y un buen trabajo. En una fiesta conoce a Alex, una atractiva mujer que lo seduce. Pero para Dan se trata únicamente de una aventura ocasional. Alex, en cambio, cuando él le anuncia el fin de la relación reacciona con una violencia inaudita. No acepta ser rechazada y sus sentimientos se convierten en una obsesión enfermiza y peligrosa...




3. OTHELLO (basado en la gran obra de Shakespeare). Orson Welles. 1952

¿No son los CELOS una de las mayores enfermedades del amor? Eso lo tenía muy claro Shakespeare y dejó una obra maestra sobre este tema. Aunque hay muchas adaptaciones de esta historia, aquí recomendamos la versión también de un gran director: Orson Welles.





4. ESE OSCURO OBJETO DEL DESEO. Luis Buñuel. 1977

Otro grande del cine, nos trae esta historia, coescrita con el guionista Jean-Claude Carrière y basada en la novela de Pierre Louys.

Durante un viaje en tren, de Sevilla a Madrid, el otoñal caballero Mathieu cuenta a sus compañeros de vagón la historia de sus infortunios amorosos con la bailarina Conchita. A partir de su primer encuentro, Conchita juega con la obsesión de Mathieu, haciéndolo pasar del deseo a la frustración y del amor al odio más furibundo.


5. MATCH POINT. Woody Allen. 2006

Uno de los genios de la comedia, trae un drama de un amor que se torna enfermizo.

Chris Wilton, un profesor de tenis con escasos recursos, gracias a su amistad con Tom Hewett, consigue entrar en la alta sociedad londinense y enamorar a su hermana Chloe. Tom, por su parte, sale con Nola Rice (Johansson), una atractiva americana, de la que Chris se encapricha nada más verla. El azar, la pasión y, sobre todo, la ambición llevarán a Chris a cometer acciones que determinarán su vida y la de los demás para siempre.